El globo del #NegreiraGate: cuando la verdad estropea el relato interesado

“Nadie tiene más posibilidades de caer en el engaño que aquel para quien la mentira se ajusta a sus deseos” – Jorge Bucay, médico y escritor argentino.

Desde que en el mes de febrero de 2023 -¡ya hace más de un año!- se filtraron unas informaciones referidas a que el F.C. Barcelona había estado efectuando pagos entre los años 2001 y 2018 a una empresa propiedad de Enríquez Negreira, un exárbitro vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, hasta hoy, ha sido un no parar de exclusivas de chichinabo, noticias sin contrastar y fantasías animadas protagonizadas por periodistas que han demostrado que trabajan con los pantaloncitos bajados hasta los tobillos, youtubers más pendientes de monitorizar que de ser rigurosos, opinadores de medio pelo a tiempo parcial y tertulianos tontos de capirote a jornada completa, todos ellos al servicio de intereses espurios, como lo demuestra que todos ellos se pasaron por la entrepierna la presunción de inocencia y dictaron sentencia condenatoria sin juicio previo, pontificando con alegría que el Barça había comprado árbitros, partidos y títulos, sin aportar un solo dato – ¡ni uno solo! – que avalase esa acusación y que, por lo tanto, tenía que ser condenado y desposeído de los títulos conseguidos durante ese periodo. Chispún.

Por ponernos en antecedentes: este asunto comenzó en el transcurso de una inspección fiscal a la empresa DISNEL 95, S.L., propiedad del tal Enríquez Negreira, en la que la Agencia Tributaria detectó que durante años dicha empresa le había facturado al Barça un total de 7,5 millones de euros, por unos conceptos que, a su juicio, no estaban lo suficientemente acreditados, como era el pago por unos informes que, en principio, aseguraron que no existían, aunque después cuando los mostraron desde el club se cambió la versión por las de que no valían lo que se había pagado por ellos. Y así, la Agencia Tributaria, siempre tan pulcra y velando por el interés general, investigó la procedencia de dichos pagos, pergeñó las facturas, revisó las salidas y destinatarios de las transferencias efectuadas desde la empresa y recogió sus conclusiones en un informe, en el que destacan los puntos 6 y 7:

Punto 6: No consta pago alguno a ningún árbitro y se han requerido todas las salidas de la cuenta bancaria.

Punto 7: No consta prueba alguna en cuanto a que pudiera influir en resultados.

Posteriormente el caso pasó al Juzgado de Instrucción nº 1 de Barcelona, siguiendo en este momento en una eterna fase de instrucción, con el juez Aguirre al mando, realizando imputaciones ‘a lo Panenka’ y basando sus autos en meras especulaciones, sospechas o con argumentos jurídicos tan peregrinos como “por pura lógica”, queriendo ampliar el tipo delictivo en el que fundamentar las acusaciones desde el blanqueo de capitales y la administración desleal hasta la corrupción en el deporte y el cohecho; para meter con calzador este último presunto delito, el juez destructor (perdón, instructor) pretendía que alguien con dos dedos de frente le comprase la disparatada teoría de que el exárbitro empresario era un funcionario público – ¡un funcionario público! -, como si no supiésemos leer y entender el artículo 24.2 del Código Penal.

En estos últimos días, mientras dicho juez ha decretado la ampliación del plazo de la instrucción seis meses más porque está a la espera de un informe de la Guardia Civil (sen tempo non era, que decimos en mi tierra), la Audiencia Provincial de Barcelona ha aclarado que la RFEF es “una entidad eminentemente privada”, por lo que, en consecuencia, lo siguiente debería ser descartar que se hubiese cometido el tan disparatado como presunto delito de cohecho. Por cierto, un apunte sobre la decisión de ampliar la investigación: el juez Joaquín Aguirre ha sido el instructor del -entre otros casos, alguno muy mediático- ‘caso Macedonia’, un presunto entramado de narcotráfico y corrupción policial que, ¡tras 13 años de instrucción sumarial!, se sustanció con la absolución de todos los imputados, tras una investigación calificada en su sentencia por la Audiencia Provincial de Barcelona como “errática, prospectiva, exagerada e inútil”, tras haber pinchado más de 80 teléfonos y de intervenir miles de conversaciones de forma “inútil e infundada”. Ahí lo dejo.

Y es que, si bien es cierto que Enríquez Negreira fue vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros en los años en lo que su empresa tuvo relaciones mercantiles con el FC Barcelona, no es menos cierto que la papelera, el felpudo o el perchero que estaban en las oficinas de dicho CTA realizaban funciones más relevantes que las desempeñadas por él, cuyas competencias solo eran equiparables a las del florero, todo ello según testimonios de destacados representantes del estamento arbitral de la época.

Ahora bien, si desde hace ya más de un año nadie, ni desde jueces instructores ni Fiscalía ni la Guardia Civil hasta prestigiosos periodistas de investigación que han llenado horas y horas de radio y páginas y páginas de panfletos con supuestas exclusivas, han podido aportar ni el más mínimo indicio (ya no digo prueba) de que el Barça, a través de Negreira, hubiese amañado un solo partido de los cerca de 700 de liga que disputó durante los 18 años investigados, ni hubiese realizado un pago a ninguno de las decenas de árbitros que le arbitraron dichos partidos, ¿cuál es la explicación a esa extraña y, de momento, nada bien explicada relación comercial entre un club como el FC Barcelona y una empresa dirigida por un árbitro retirado que ocupaba un cargo de figurante en el CTA?

Esa pregunta tendría que contestarla los diversos presidentes que han pasado por la institución culé durante esos años, dando conformidad al pago de esas facturas sin que, hasta el momento, esté claro el motivo (real) de esas transacciones económica. Si, a la vista de las (no) pruebas recabadas, se descarta que haya habido compra-venta de partidos, y por lo tanto quedaría descartado el delito de corrupción en el deporte, quizás las pesquisas deberían centrarse más en investigar una presunta administración desleal. De ser así, la explicación podría ser que cargos del club utilizaron sus facultades para, utilizando la empresa de Negreira a modo de empresa pantalla, realizar pagos injustificados, quedándose la intermediaria con una parte del dinero, reintegrándole la restante a los ordenantes de dichos pagos, ocasionándole por lo tanto al FCB un perjuicio patrimonial, por lo que el club se convertiría en el sujeto pasivo del delito.

De  ser así, se confirmarían las sospechas de quienes desde el principio pensamos que la central lechera y sus altavoces habían aprovechado la (presuntamente) mala praxis de unos directivos chupópteros (en un caso como este era inevitable hacerle un guiño al inigualable José María García) para poner en marcha el ventilador de la mierda y atacar despiadadamente a una institución como el FC Barcelona, la cual durante los años investigados alternó temporadas deportivas en las que se alcanzaron la excelencia, y que están grabadas con letras de oro en la historia del fútbol mundial, con otras lamentables en las que se firmaron varios nadapletes sonrojantes. Si diésemos por válido el argumento de que el dinero pagado al empresario Negreira se utilizó para conseguir favores arbitrales que facilitaron la consecución de títulos, utilizando el mismo argumento sensu contrario se podría decir que en los años en los que el Barça pagó y no ganó nada habría sido víctima de una estafa. Y como esto es una auténtica perogrullada, el argumento de la consecución de la bonanza arbitral cae por su propio peso, porque no se puede invocar a conveniencia para justificar según qué resultados.

Lo que sí está acreditado es que la lista de mamporreros, palanganeros y trompeteros que pusieron sus altavoces y los teclados de sus ordenadores al servicio del conocido como #NegreiraGate es más larga que la lista de los Reyes Godos, que empezaba por Ataulfo y terminaba con Rodrigo, teniendo entre medias a otros 31 poseedores de tan digno título. Dos destacados agitadores durante este tiempo han sido Manu Carreño y Juanma Castaño, dos pseudoperiodistas de dudosa o nula formación académica, que han utilizado sus púlpitos nocturnos para ofrecer unas homilías a sus feligreses cargadas de resentimiento y trufadas de medias verdades, cuando no, directamente, de comentarios de cuñao acodado en la barra de un bar dándole al jarrillo. Los dos llegaron a afirmar que no hacía falta ni juicio ni sentencia ni nada, porque el hecho de quedar acreditados los pagos del Barça a Negreira ya servía para condenar al equipo culé. Y es que solo les faltó añadir “… y a tomar polculo!!!”

En el apartado de la prensa, el primer puesto se lo disputan El Mundo y El Confidencial, con ventaja para el primero al tener en nómina al trío de la bencina, formado por Vicente Ruiz, Jorge Bustos y Esteban Urreiztieta. A continuación estarían El Español de Pedro J. Ramírez, quien siempre presumió de ser látigo de corruptos hasta que necesitó los favores de Florentino Pérez para poner en marcha su digital, y Ok Diario del inclasificable Eduardo Inda, una excrecencia del periodismo que aprovecha este estercolero financiado espuriamente y su presencia en las tertulias más variopintas para vomitar sus taras.

Mención cum laude se merece Antonio Ferreras, el Ferri para su amo Florentino, al que le debe que lo rescatase de la Cadena SER para nombrarle Director de Comunicación del Real Madrid en su primera etapa como presidente merengue, para después mover los hilos y colocarle de factótum de los (des)informativos de laSexta, favores que le paga practicando el contorsionismo periodístico y no dejando de lamer la mano que le da de comer.

Y qué decir de los conocidos coloquialmente como los portalitos de Belén, desde los que unos paniaguados con ínfulas juegan a ser la reencarnación de Woodward y Bernstein, con la única intención de conseguir que el capo les dé unas migajas del presupuesto que desde la Casa Blanca destinan a los medios bajo el epígrafe “Purrias y purrelas”. Y es que ni ellos desde sus digitales y canales podían llegar a más ni el periodismo deportivo a menos.

Pues, como reza el dicho, con estos bueyes tenemos que arar. Y es que con un juez en las berzas, una Guardia Civil más lenta que el caballo de un fotógrafo y unos medios de comunicación que, como buena rehala que forman, están más pendientes de balar que de informar, nadie en su sano juicio es capaz de pronosticar cómo acabará esta pamema conocida como #NegreiraGate, que se quiso vender como el gran escándalo de corrupción de la historia del fútbol y va camino de quedarse en un entramado financiero montado por unos chapuzas para trincar la pasta, que saltó a los medios por los problemas fiscales de una de las partes. Vamos, lo que viendo siendo el día a día en esta Españita rancia, casposa y merengona en la que vivimos. @Bajarlaalpasto