“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.” – Voltaire (escritor, historiador, filósofo y abogado francés del siglo XVIII).
La frase que encabeza este post fue lo primero que se me vino a la mente tras escuchar a Piqué después de la pamema disputada en el Camp Nou entre el Barça y Las Palmas, y creo que, tras los sucesos vividos en Cataluña el pasado 1 de octubre, muchos deberían leerla y reflexionar. Por cierto, ¿qué le va a pasar al descerebrado que fijó el #1O como fecha para la celebración de ese partido? ¿Y al lumbreras que decidió que era el día perfecto para bordar una banderita en las camisetas? ¿Y a los pseudoperiodistas que ante un fuego se dedicaron a echar gasolina? ¿Y a los metemierda que en cuanto vieron un charco se rebozaron como gorrinos?
Voviendo al temita. Siempre he sido muy fan de Gerard Piqué tanto en lo deportivo como en lo personal. A nivel futbolístico, la categoría de Piqué no ofrece discusión, con el matiz de que es el mejor central del mundo… pero sólo cuando le sale de los cataplines. En el Barça es indiscutible y en la selección española también es el líder de la defensa, teniendo que suplir los despistes y las ausencias injustificadas de Sergio Ramos.
En lo personal, Gerard Piqué es una persona que se viste por los pies, que dice lo que piensa y que es consecuente con sus principios. Pero justo eso es lo que le convierte en sospechoso habitual en un país que se rige por la máxima grouchiana de «estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». Y justo por eso tiene todos mis respetos, aunque no aplauda todo lo que diga. Jamás criticaré a nadie por manifestar sus ideas y por no esconderse. Es más, ojalá que muchos de nuestros políticos tomasen ejemplo, nos dijesen tan claro como Piqué lo que piensan, aceptasen preguntas en público y dejasen en algunos casos de hacer el don Tancredo y en otros de esconderse como gusanos.
A mediados del siglo pasado estaba mal visto que los futbolistas hiciesen otra cosa que no fuese dar patadas a un balón. Es famosa la anécdota que cuenta el periodista coruñés Carlos F. Santander en su libro A bote pronto sobre Pahíño – futbolista gallego que fue internacional y jugó en Celta, Real Madrid y Deportivo de La Coruña – quien tenía inquietudes literarias y culturales y leía incluso a autores prohibidos en la época, como Tolstoi o Juan Ramón Jiménez, y por ello el diario falangista Arriba comentó: «Pero, ¿qué se puede esperar de un delantero centro que lee a Dostoievski?». Pues ahora parece que 70 años más tarde algún lumbreras se pregunta «Pero, ¿qué se puede esperar de un defensa central que tiene ideas políticas?». De marcianos.
Ahora bien, Piqué está en el punto de mira de muchos aficionados, no por sus opiniones políticas, sino por su declarado antimadridismo. Y es que Piqué se ha metido con el Madrid siempre que ha podido y les ha dedicado bromas más o menos graciosas – para mi gusto siempre muy graciosas – como las de Kevin Roldán o el jugador CONOcido, llegando a manifestar que para él «es sinfonía que me silbe el Bernabéu». Y ha celebrado su gol en el histórico 2-6 y les ha enseñado la manita en el famoso 5-0. También, y eso sí que fueron palabras mayores, ha llegado a criticar y a denunciar lo que se cuece en el palco siniestro de ese estadio.
Lo miserable es que, una masa aborregada formada por indigentes intelectuales que se tragan sin rechistar la alfalfa que en forma de mentiras les suministra los medios de la caverna, han trasladado el pique saludable entre Madrid y Barça a roja. Y así, los mismos que con toda la razón del mundo reclaman respeto para los símbolos de la selección, como es el himno español, no tienen reparos en arengar al rebaño para que silben a quien lleva en su camiseta otro símbolo de esa misma selección, como es el escudo.
Y es que a esa panda de botarates alienados sin criterio la política le tira de los pinreles y lo que no le perdonan es su antimadridismo, porque sino también criticarían a otros deportistas que habiendo realizado declaraciones políticas en el mismo sentido que Piqué – probablemente sin tanta vehemencia -, siguen contando con el favor del gran público.
Ahora, tras sus declaraciones y tuits publicados antes y durante la jornada del #1O, han vuelto a salir en tromba para exigirle que abandone la selección. Y le han dado un recibimiento entre bochornoso y vomitivo en la concentración de la selección en las instalaciones de Las Rozas, llegando a gritarle consignas contradictorias del estilo de «¡Vete a tu país!» al mismo tiempo que «¡Piqué, cabrón, España es tu nación!». Vamos, que además de borregos son bipolares.
El humorísta gráfico catalán Perich en su célebre libro Autopista publicó la siguiente cita: «En España aún hay mucha gente que para educar a sus hijos les dice: ¡Nene, no pienses: caca!». Este libro está publicado en 1970 y parece que mucha gente sigue anclada en esos años y aplicando esa idea. Y como esa idea me repugna, manifiesto mi admiración y todos mis respetos por Piqué: por decir lo que piensa y por ser consecuente con sus principios. No cambies nunca, Gerard. @Bajarlaalpasto
Como siempre sereno y acertado
Gracias 😉
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