Hace tantos años que el Barça está demostrando una superioridad tan insultante en el fútbol mundial que el madridismo no ha encontrado consuelo ni tras haber atracado dos Champions en las últimas tres temporadas. En el fondo – su complejo de superioridad jamás les permitirá reconocerlo – saben que esos dos títulos no les corresponden, por eso sus únicas alegrías son criticar todo lo que hagan los causantes de sus desvelos.
Da igual el motivo, de un tiempo a esta parte cualquier acción es susceptible de ser considerada una provocación en merenguilandia, siempre que la haya cometido un jugador vestido de azulgrana. Que Neymar hace un regate, provocación; que Suárez disputa un balón, provocación; que Piqué publica un tuit, provocación; que Masche marca un gol, provocación; que Messi y el uruguasho lanzan un penalti a lo Cruyff, provocación; que le remontan al PSG en Champions, provocación; que Luis Enrique no contesta preguntas gilipollas, provocación; que se recurre una sanción ante el TAD, provocación.
Pero es que la última ya es de traca: que Messi juegue un partidazo en el clásico del Bernabéu, marque el empate, aguante los palos de Casemiro, un codazo de Marcelo y una entrada salvaje de Sergio Ramos, ponga en jaque a todo el Real Madrid ante su afición, cree una ocasión tras otra hasta que el minuto 92 certifica la remontada del Barça con un golazo que devuelve a su equipo a la lucha por el título de Liga y lo celebre sin hacer un mal gesto, simplemente mostrando su camiseta… ¡también es provocación!
En resumen, da igual lo que haga el Barça, porque la instrucción enviada desde la cúpula de la Casa Blanca a todos sus altavoces mediáticos dirigidos por sus palanganeros de cámara está clara: criticar todo, absolutamente todo lo que tenga que ver con el FC Barcelona. Por cierto, ¿creéis que este post será considerado una provocación entre los mediocres? Porque confieso que lo he escrito con esa intención 😉 @Bajarlaalpasto