«No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie.» – Eduardo Galeano, periodista y escritor (y futbolero) uruguayo.
Parafraseando a El Perich se podría decir que el fútbol sin aficionados es como un beso sin sal o un huevo sin bigote. Algo insulso. Y es que con la cita con la que encabezo este post, el maestro Galeano lo que nos viene a confirmar es que un estadio vacío tiene memoria y está lleno de historias y de recuerdos, que es algo muy distinto a interpretar que es lo mismo jugar ante unas gradas vacías que ante un graderío a reventar de aficionados.
Esta dichosa pandemia que llegó a nuestras vidas oficialmente a mediados del mes de marzo lo ha cambiado todo. Dejando claro que lo principal son las dramáticas consecuencias sanitarias que provocó el bicho, lo cierto es que ya nada es igual a principios de año, y que todos, en mayor o menor medida, somos víctimas de una crisis económica, laboral y social sin fecha de caducidad. Por el tema que aquí nos ocupa, el mundo del fútbol también se ha visto afectado de lleno y ha tenido que ir adaptándose a las nuevas circunstancias.
Pero, desde que se reanudaron las competiciones con la prohibición de presencia de público en los estadios, no acabamos de acostumbrarnos a contemplar el paisaje desolador de las gradas vacías de templos del fútbol europeo como Anfield, el Camp Nou o el Signal Iduna Park que, por motivos distintos, nos recuerdan a Balaídos, Cornellá o el Coliseum del Getafe, donde es habitual que haya eco por la ausencia de aficionados.
Es cierto que resulta curioso cuando no indignante que, mientras en otros espectáculos sí que se ha regulado y consentido la presencia de público (por supuesto, con reducciones drásticas de aforos) o este verano se han buscado soluciones para que se pudiese acceder a las playas, el planeta fútbol siga siendo incapaz de gestionar la apertura de sus gradas, tomando medidas como regular y programar entradas y salidas con horarios estrictos, establecer un sistema de cuotas rotatorio entre los socios que lo demanden, fortalecer las medidas de seguridad (personal, tornos, cámaras, control de temperatura…), así como ser implacables en la obligatoriedad del cumplimiento de otras medidas ya habituales en nuestro día a día, como mantener la distancia de seguridad y la obligatoriedad del uso de las mascarillas.
Los malpensados insinúan que el fútbol español se planteará la vuelta de los partidos con público cuando Florentino Pérez finalice la obra faraónica de la cubierta retráctil que cubrirá las gradas del Bernabéu, para que sus aficionados puedan ir a comer su bolsa de pipas sin mojarse ni pasar frío. No sabemos cuánto hay de cierto en esta teoría o si no pasa de ser un chascarrillo; pero sí que es verdad que, como dijo alguien en alguna ocasión, «el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes», por lo que la presencia de aficionados en los estadios sería una señal de que, con responsabilidad, podemos ir recuperando nuestras vidas. @Bajarlalpasto1
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