Messi saca la patita, pero ya nada volverá a ser como antes

«Si entendiéramos completamente las razones del comportamiento de otras personas, todo tendría sentido.» – Sigmund Freud, médico, investigador y psicoanalista austríaco.

Tras la dolorosa despedida de temporada que firmó el Barça en Lisboa donde fue bailado por el Bayern en Champions, firmando una vergonzosa derrota por 2-8 que fue el epílogo a un sonrojante nadaplete, se preveía un veranito movido en Can Barça. La herida se cerró en falso, con tiritas y agua oxigenada, cuando el traumatismo era de tal gravedad que exigía pasar por el quirófano, destripar y amputar. Solo Piqué –siempre Piqué – dio la cara, mientras el resto de jugadores, con el gran capitán a la cabeza, se dedicaron a silbar melodías con el consentimiento de una directiva que se limitó a ofrecer la cabeza de Quique Setién, un entrenador que llegó presumiendo de lo bien que se lo pasaba con las vacas mansurronas en su pueblo, pero al que devoraron las vacas sagradas del vestuario culé.

Para hacerse cargo del banquillo nombraron a Ronald Koeman, reconocido culé pata negra, líder espiritual del Dream Team de Cruyff y parte importante del escudo por ser el autor del golazo que en Wembley le dio al club su primera Copa de Europa. Nada más llegar, al holandés le dieron mando en plaza y, sin tiempo para ponerse el chándal para empezar a entrenar, lo equiparon con una desbrozadora y una radial y le dieron plenos poderes (y alguna recomendación) para limpiar el vestuario. Al nuevo míster no le tembló el pulso y, demostrando tanta sangre fría como cuando Cruyff lo ponía a jugar de último defensa con solo un compañero a su lado, anunció que no contaba con varios jugadores, con Luis Suárez a la cabeza.

Lo que sucedió a continuación provocó un tsunami que tuvo su epicentro en Barcelona, pero cuya onda expansiva alcanzó todos los rincones del planeta fútbol, desde Dubái hasta Manchester (es un ejemplo, no seáis mal pensados). Y es que a finales del mes de agosto, Messi puso en conocimiento del F.C. Barcelona mediante un burofax su intención de abandonar el club, acogiéndose a una cláusula en su contrato que le permitía su salida libre al final de cada temporada. Pero se olvidó de un pequeño detalle, y es que dicha comunicación tenía como fecha tope para realizarla el 10 de junio.

A partir del conocimiento del contenido del burofax más famoso de la historia de las comunicaciones, se sucedieron las noticias, los rumores, los confidenciales, las exclusivas… en resumen, una sucesión de fake news a través de las redes sociales en lo que parecía una disparatada competición de a ver quién la soltaba más gorda.

Lo cierto es que la directiva del Barça desde el primer momento se negó a que Messi saliese gratis, remitiéndose a su cláusula de rescisión de 700 millones de euros y confirmando, no solo que contaban con él, sino que estaban dispuestos a ampliar su contrato. Y que, por supuesto, en el caso de que llegase alguna oferta la estudiarían. Con la aparición en escena del padre de Messi (siempre los dichosos padres, como en su momento el de Thiago o después el de Neymar) se sucedieron las reuniones en las que el club dejó clara su postura y, ante la falta de ofertas, quedó claro que la salida del argentino era inviable.

Entrevista con Rubén Uría / Goal.com

Al cabo de unos días, y con todo el barcelonismo reclamando que el jugador se explicase, Leo Messi concedió una entrevista al periodista Rubén Uría en el portal Goal, en la que desveló sus intenciones y lo que había motivado plantearse su marcha de Can Barça. En dicha entrevista – sin duda de gran valor periodístico, pero enlatada, guionizada, editada y que parecía grabada en la sala de un psiquiátrico – de entrada sorprendió el look, para unos informal, para otros desaliñado, con el que se presentó el futbolista para anunciar una de las decisiones más trascendentales de su carrera deportiva. En cuanto a sus respuestas, muchas de ellas teledirigidas con maestría por el entrevistador a través de la pregunta, no fueron nada convincentes, arreando palos al presidente por no ponerle una alfombra roja para salir, y acusando al club de falta de proyecto deportivo ganador en las últimas temporadas – falso de toda falsedad – y de hacer malabares y tapar agujeros, con lo que dejaba a sus compañeros a la altura del betún.

Una vez confirmado que se quedaba en el club, solo quedaba que volviese a los entrenamientos y se pusiese a trabajar. Y, cuando parecía que las cosas se habían calmado, llegó el anuncio de la salida de su amigo Luis Suárez, lo que provocó que publicase en su cuenta de Instagram una despedida, entre reivindicativa y lacrimógena, en la que aprovechó para enviar algún recado a Bartomeu. Muchos aficionados le recriminaron que, como capitán del equipo, no se despidiese de todos los jugadores que se marchaban y solo lo hiciese de los considerados miembros del llamado club de amigos.

Y, ¡por fin!, el pasado fin de semana el Barça debutó en LaLiga y presentó su proyecto ganador para esta temporada con una buena puesta en escena con lo que el barcelonismo volvía a ilusionarse y a hablar solo de fútbol. En ese ambiente más distendido, Messi concedió una entrevista al diario SPORT en la que pidió, además de paz y unidad, perdón a lo Panenka, dejando luces y sombras sobre cuál será su futuro, centrándose en los objetivos para esta temporada y justificando que todo lo que hizo fue «para hacer un mejor y más fuerte F.C. Barcelona».

Considerando como positivo este cambio de actitud del jugador, siguen quedando muchos puntos oscuros en su comportamiento, lo que conduce a plantearse muchas preguntas que estaría bien que tuviesen respuestas: ¿quién fue el ideólogo del burofax?, ¿desde qué despacho aprovecharon la salida de Luis Suárez para calentarle la cabeza al argentino?, ¿se intentó jugar desde alguna candidatura a la presidencia del Barça la baza Messi para provocar un adelanto electoral?, ¿qué papel jugó el City en todo este embrollo?, es más ¿algún candidato tiene relaciones personales e incluso empresariales con algún destacado dirigente de los citizens?, ¿es cierto que Guardiola llamó a Messi o se limitó a esperar acontecimientos tocando la pandereta?, ¿qué papel jugó Pepe Costa en este vodevil?, y por cierto ¿cuáles son las funciones de Pepe Costa y quién le paga el sueldo? ¿o tiene varios pagadores? Las respuestas a muchas de estas preguntas provocarían que más de uno tuviese que quitarse la careta quedando, como bien dice mi amigo @vonmarius1899 , como un culé de Hacendado.

Y una última pregunta: ¿cuál será el final de este culebrón? Los aficionados culés lo que quieren es ver a su equipo jugar bien al fútbol, ganar partidos y títulos, y tener en su plantilla a los mejores jugadores del mundo y, por supuesto, al mejor de la historia como es Leo Messi. Pero aunque muchos crean que la memoria de los aficionados es frágil y que el Messigate de este verano se resolverá en cuanto el crack argentino regale goles, asistencias y slaloms, eso no es del todo cierto. El anuncio de que se quería ir causó mucho dolor en el barcelonismo, y una cosa es perdonar e incluso olvidar, y otra muy distinta pretender que todo vuelva a ser como antes. Y es que mientras siga vistiendo la samarreta con el ’10’ volverá a contar con el apoyo de la afición, pero nada volverá a ser como antes porque la magia se rompió. Mejor dicho, la rompió él y solo él. Por eso Messi siempre será un ídolo en Can Barça, pero ya nadie pedirá una estatua suya en los accesos al Camp Nou ni que el estadio lleve su nombre. Y esa será su penitencia. @Bajarlaalpasto1