
Aunque muchos, incluso desde altas instancias, intentaron boicotear la final de la Copa del Rey, Bajarla al pasto comprobó, porque estuvo presente en el Vicente Calderón, que allí se vivió la auténtica fiesta del fútbol.
A ella llegaron los dos equipos más galardonados con dicho trofeos con lo cual dicha final no podía tener dos mejores protagonistas. A lo largo de la historia es fácil comprobar la importancia y el respeto que tanto el Barça como el Athletic han demostrado por esta competición, y prueba de ello es que, a principio de cada temporada, es para ambos clubes uno de sus principales objetivos, porque reconocen, no como otros, el prestigio que da conseguir esta Copa.
La falsa polémica creada sobre los silbidos a la monarquía, a la bandera o a los símbolos de la nación española se vio empequeñecida ante el comportamiento ejemplar demostrado por las aficiones de los equipos que disputaron la gran final del fútbol español. Como estuvimos en el campo nadie nos va a contar lo que allí ocurrió: silbidos por alguna parte de los asistentes durante los segundos en los que sonó el himno, que no pasaría de ser una anécdota provocada por unos miles de maleducados e intransigentes, de no ser por la repercusión que tomó dicho comportamiento tras unas declaraciones irresponsables y fuera de lugar protagonizadas por una persona llamada, por el cargo institucional que ocupa, a intentar apaciguar los ánimos y a preparar un recibimiento cordial a los miles de visitantes que se desplazaron a Madrid ese fin de semana.
Lo más curioso de esa actitud, es que el afán de protagonismo de dicho personaje, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, le llevó a ser nombrada como “la más maleducada del evento”, tras haber dejado plantado al mismísimo Príncipe de Asturias, quien, en un alarde de saber estar y de cumplir con sus responsabilidades, aguantó estoicamente los 10-15 segundos de silbidos y después disfrutó del espectáculo deportivo.

En el apartado estrictamente futbolístico, el Barça salió desde el primer minuto dispuesto a cerrar el partido y a regalarle a su entrenador, Pep Guardiola, su último título en el día de su despedida. Así, y antes de la primera media hora de partido, ya se habían puesto con un demoledor 3-0 a favor, que dejaba la final prácticamente sentenciada.
El Athletic, empujado por su afición, no entregó el partido, pero no fueron capaces de conseguir ese gol que les hubiera dado un poco de aliento. Impresionante el comportamiento de sus aficionados, que no pararon de animar hasta que el árbitro pitó el final, aunque desde muchos minutos antes ya sabían que el encuentro estaba decido.
Por parte del Barça, hay que destacar el gran partido de Piqué, el saber estar de Mascherano, el dominio de la situación de Xavi e Iniesta, el oportunismo de Pedro y la efectividad de un Messi que nunca falla cuando se trata de una final.
En el bando de los leones, lo más destacado fue que jamás se rindieron y pelearon hasta el último minuto, pero es difícil destacar a algún jugador, ya que mientras alguno parecía estar excesivamente cansando, otros dieron la sensación de estar superados por la trascendencia de un partido de esa importancia. No sabemos que pasará este verano en el mercado de fichajes, pero si son capaces de mantener la estructura del equipo, basada en Javi Martínez, Iturraspe, Herrera, Muniaín y Llorente, está claro que será habitual verles disputar muchas más finales.
Para que no quede ninguna duda sobre los cauces deportivos sobre los que discurrió esta gran final diremos que antes del partido, por la inmediaciones del estadio Vicente Calderón, ambas aficiones compartieron cánticos y cervezas es un clima festivo; durante el partido, cada uno animó a su equipo (había más bilbaínos que culés); y al finalizar los leones se quedaron a aplaudir deportivamente al campeón, mientras que fue emocionante escuchar a toda la grada blaugrana gritando “Athletic, Athetic…”.
La salida del estadio fue de lo más plácida y no se registró ni el más mínimo incidente, con lo que la gente del fútbol demostró mucha más madurez que alguno de nuestros políticos y algún presidente de club que se negó a prestar sus instalaciones en base a unos incidentes que supuestamente iban a suceder.
El fútbol español debe darle las gracias al Sr. Cerezo por la madurez e implicación que demostró cediendo su estadio, y a la ciudad de Madrid que, como siempre, acogió y organizó un evento de gran repercusión con una nota de sobresaliente; y deberá meter en cuarentena a personajes como Esperanza Aguirre y Florentino Pérez quienes con su irresponsabilidad calentaron a nivel mediático un evento que resultó ser, un año más, la gran fiesta del fútbol.
